Detrás del mostrador
Les pido amablemente que no vuelvan. Me contestan amablemente que no piensan volver. Pero vuelven otra vez con comentarios ofensivos, y al final tengo que prohibir las direcciones. La gente no tiene palabra. Lo que no saben es que yo soy madre de adolescentes y estoy acostumbrada a la guerra de desgaste, aunque no me guste nada.
Yo no sería una buena dependienta o cajero o similar, porque, aunque me calle, se me nota en la cara lo que estoy pensando. Con los años voy aprendiendo a callarme, porque me he metido en muchos problemas por hablar demasiado. Ahora me muerdo la lengua, y ando medio envenenada. Así que admiro a las personas que están detrás de un mostrador y tienen que soportar, cada vez más, que los clientes por el hecho de serlo crean con derecho a despreciarlos. Me resulta muy desagradable ver a esta gente que trata de forma displicente a los empleados y se dedican a criticarlos sin razón, a reclamar cosas sin sentido o, incluso, a ponerles en problemas con sus superiores.
Se creerán de esa manera más importantes, cuando lo que están demostrando es su falta de educación y saber estar. Las personas que están acostumbradas a tratar con subalternos, si saben lo que les interesa, suelen ser precisamente los más amables, los que no tienen inconveniente en sonreir a los porteros e intercambiar unas palabras con los camareros del restaurante. Ahí es precisamente donde se refleja la categoría y no tanto en las propinas. Asimismo, hay gente que realiza su trabajo con tanta dignidad que dan mejor imagen que mucho ejecutivo que se cree, que por tener un coche último modelo, ya tiene todo ganado.
El barrendero de mi calle es una de esas personas. Viéndole trabajar uno se lo imagina dirigiendo un consejo de administración. Realmente a veces resulta más valioso un buen técnico de cualquier especialidad, que realiza su trabajo a conciencia, que otro que va presumiendo de diplomas. Esto lo saben los buenos empresarios y por eso los tienen bien considerados. Entre la gente de los pueblos que trabaja en el campo, también se encuentran personas muy correctas, que saben tratar a cualquiera. Sin embargo, en las ciudades y entre los famosos es fácil encontrar a aquellos que parece que quieren distanciarse de los menos afortunados, como si no supieran que la rueda de la fortuna en cualquier momento puede colocarlos también a ellos al otro lado del mostrador.
11 comentarios
Marea@ -
Manuel -
Por un lado, hay quien parece hacer un favor atendiendo a los clientes, sin quere comprender que, gracias a ellos, subsiste su trabajo y/o su negocio. Pero los clientes han de comprender que les atiende un profesional que también, como persona humana que es, tiene una dignidad que hay que respetar.
Lo difícil, como siempre, es encontrar el equilibrio...
Un saludito desde Valencia.
acoolgirl -
Me has hecho recordar al cartero que va mi ya ex-oficina... es una profesional como la copa de un pino!!
Un besazooo
La chica de ayer -
addicted -
besitos
Angemary -
Más humildad y educación. y los mejores la gente humilde sin lugar a duda.
Besitos
Elenilla -
Eso sí, cuando salía del trabajo me desahogaba a gusto con mi novio. (Ahora mi marido).
Según mi experiencia los nuevos ricos son los peores porque se creen con derecho a humillar a la gente que está por debajo de ellos. En cambio, la gente de la nobleza que ha tenido siempre dinero suelen ser bastante respetuosos con las personas que trabajan para ellos.
Besos
Sega -
Menos mal que ya mismo cojo vacaciones :)
Besos.
codromix -
pd, no me meto en politica, para mi los progres son una "clase social" o una "casta" jajaja mi cuñada es muy de izquierdas y no es progre y me encanta hablar con ella
alotmo -
En cuanto a tu artículo de hoy, soy un firme defensor del liderazgo ético, aunque mi jefe se empeñe en cambiarme a su "palo y tentetieso" (que no creo que sea más efectivo).
Bsitos
Pikifiore -