No quiero que se vayan
Una de las consecuencias principales de la crisis económica es el paro, lo cual está obligando a que muchos inmigrantes se vuelvan a sus países de origen. Esta mañana nevaba en la sierra y una familia peruana o similar había salido a pasear bajo la nieve, probablemente por primera vez en sus vidas. Eran una mujer ya mayor, su hija y su nieta de unos dos años. La estampa, con su ilusión y su alegría, era contagiosa. Como ellos muchos otros inmigrantes se han ido adaptando a nuestras ciudades y nuestros pueblos y forman ya parte del paisaje social. Me da pena que se vayan a ir.
Ya sé que hay de todo como en todas partes. Pero los que yo conozco, principalmente de Perú, son gente encantadora. Conservan la energía de aquel que está acostumbrado a luchar desde niño. Conservan la ilusión del que no espera nada y valora todo lo que recibe. Conservan la inocencia de quien ha llevado una vida sencilla. En general, son gente educada porque no han perdido los modales tradicionales. Son gente dura, porque están habituados a la desgracia. Son gente amable, porque agradecen cualquier gesto que se les haga. Honrados, porque vienen de lugares donde la corrupción es normal. Puros, porque todavía recuerdan lo que es realmente importante en la vida.
En otras palabras, son lo que nosotros fuimos y hemos perdido. Cuando sabíamos que cada día trae su trabajo y somos afortunados por tenerlo. Cuando sabíamos que la salud es un bien efímero y hay que vivir cada día como si fuera el último. Cuando valorábamos a las personas más que a los objetos y disfrutábamos su compañía. Son un soplo de aire puro, no contaminado por el dinero, el poder y la ambición. Traen problemas también de origen como el machismo o la violencia, que suelen acompañar a la pobreza. Pero ponen mucho de su parte para integrarse, para aceptar nuestras reglas y hacer amigos. Especialmente los que vienen de los países americanos.
Otros, lo tienen más difícil porque el choque cultural es más fuerte. Otros tienen que aprender el idioma, acostumbrarse a la comida, adaptarse a la tecnología. Algunos vienen de lugares donde apenas hay coches, ni electricidad, ni agua corriente. Algunos tienen costumbres religiosas que parecen incompatibles con nuestra forma de vida. Pero cada uno de ellos, sin duda, tiene algo bueno que aportar, algo que enseñarnos, si les damos la oportunidad. Hay que expulsar sin duda a los delincuentes, a los criminales de guerra, los traficantes de droga y proxenetas. Pero no querría que se fueran los demás. Dentro de veinte años, me gustaría verlos todavía por aquí con sus familias y mezclando nuestra sangre.
6 comentarios
addicted -
Besos
Krisalys -
Manuel -
Lo que hay que procurar es que sus principios morales no se alteren demasiado, por el afán de un crecimiento excesívamente orientado a lo económico. La cultura y los valores morales son algo que no se sabe apreciar hasta que se van perdiendo, y entonces tal vez es demasiado tarde...
Un saludito desde Valencia.
gema -
codromix -
creo que recordar que detras del termino "inmigrante" hay seres humanos es algo sabio y tu, una vez mas, has demostrado serlo
La chica de ayer -